lunes, 7 de junio de 2010

UN CABALLERO DE LOS ANTES. Publicado en público milenio mayo 2010

Por la Avenida Guadalupe en la Colonia Chapalita, entre actuales locales y modernos restaurantes, aparece en el paisaje urbano entre líneas azules y rojas la peluquería “El caballero”, un pequeño local que recibe exclusivamente a clientes del género masculino, que buscan el beneficio de un buen corte. Enrique Valdivia Martínez, de origen zacatecano es peluquero desde 1958, tiene 60 años, y desde joven decidió dedicarse a la peluquería; “empieza uno prácticamente, barriendo, trapeando, limpiando los espejos, sacudiendo a los clientes, de “chícharo” que les dicen, así se les llamaba antes”, afirma con el semblante lleno de recuerdos. Él aprendió viendo a los peluqueros, pues para ese oficio no hay academias como las de los estilistas; ese oficio, dice es lírico.
Enrique, comenzó en Santa Teresita, por la calle de Ramos Millán y Juan Alvarez, recorrió después otros barrios de la ciudad en la calle Argentina entre Alemania y Washington. También por la calle Gante, entre 5 de mayo y Analco, y ahora en la colonia Chapalita donde se instaló desde hace 22 años.
Desde “chícharo” hasta ser el maestro que es hoy, este experimentado peluquero ha visto pasar muchas modas, todas dice traídas del extranjero principalmente de Estados Unidos, e inspiradas en personajes del espectáculo, como “el maromero paez”, o Tin Tan que impuso la moda de los “pachucos”. El corte a la Boston, que era pelón de media cabeza hacia abajo, o el flat up, que era un corte también casi pelón.
Por sus peluquerías han pasado diversos personajes como luchadores, jugadores de fut bol y cantantes como Manolo Muñoz. En aquellos tiempos las categorías de las peluquerías, eran determinadas por el barrio en donde se encontraban, aunque dice, la mayoría de los clientes que ha tenido son profesionistas, empresarios o personas del espectáculo. Respecto al oficio dice, tiende a desaparecer pues los “chícharos” que son los aprendices han desaparecido, ya nadie quiere enseñarse, prefieren lavar carros o hacer algo que implique menor responsabilidad.
Entre los objetos que se encuentran en la peluquería como Máquinas, tijeras, navajas, peines, aumentos para las máquinas, espejos; resaltan los tres sillones de peluquero marca Colombia que han acompañado a don Enrique en su transitar por tantas colonias de la ciudad. Pues dice entre risas, “uno se muere y estos se quedan”. Un sillón puede durar hasta cien años con un buen mantenimiento pues no tienen un mecanismo complicado que se pueda descomponer, no tienen motores ni cosas eléctricas, son giratorias, no van pegadas al suelo, y se pueden mover, pero sólo mover, porque uno solo pesa unos cincuenta kilos. Estos sillones han desaparecido del mercado, y los que quedan son los que aún se conservan en las viejas peluquerías que resisten el paso del tiempo.
La peluquería “El caballero” abre sus puertas desde las once de la mañana hasta las siete de la noche de lunes a sábado, en donde se llega a atender hasta 15 clientes al día y hacen cortes tanto antiguos como modernos, aunque dice, los cortes actuales nunca serán tan elegantes como los que se hacen en las peluquerías.
Así, entre lecturas de periódico, notas de música clásica y los sonidos de las máquinas, los clientes del señor Valdivia esperan su turno mientras mantienen viva una de las pocas peluquerías de antaño.

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