domingo, 7 de febrero de 2010

COSTUMBRE ANCESTRAL













María del Refugio Reynozo Medina
cmetzeri@hotmail.com
(Publicado en diario “el charal, 6 de febrero de 2010. Ajijic Jalisco)

Cirilo Velasco, es uno de los pocos habitantes de San Cristóbal Zapotitlán en el municipio de Jocotepec Jalisco que conservan la fiel costumbre de “hacer hornada” o de hacer hornos subterráneos para los tamales; no se sabe con precisión desde cuando, los pobladores de este lugar mantienen esta tradición. Lo cierto es que es una manifestación característica de esta población con claros orígenes indígenas.
Los tamales de piedra, son llamados así porque son cocidos al calor de las piedras en lo profundo de la tierra durante toda una noche. Están hechos únicamente de maíz con algunos frijoles enteros.
Desde uno o dos días antes del 24 de diciembre se ha de cavar el pozo que será el horno para los tamales, Cirilo expresa que desde que era niño recuerda como los adultos realizaban todos los trabajos necesarios para los tamales, que dice sólo se han de hacer en tiempo de frío.
Para iniciar, hay que escarbar por unas dos horas hasta conseguir una profundidad de un metro por uno y medio de diámetro aproximadamente. Hay que prepararse con demasiada leña, una troca completa si es posible, y piedras chinas que resistan la temperatura de las llamas sin estrellarse.
Ya desde las cuatro de la tarde aproximadamente, comienza a quemarse la leña hasta que se convierte en brazas ardientes para luego aventar las piedras hasta cubrir todo el pozo. La piedra es para guardar el fuego, dice nuestro anfitrión, mientras pasa un aviso por el altavoz que dice que los tamales se pondrán a las 8.
Desde antes de las 8 comienzan a llegar las personas en su mayoría mujeres, con costales, tinas y baldes llenos de tamales.
Los tamales están perfectamente tejidos formando ensartas hasta de unos tres metros. Se acerca la hora y cuando el dueño lo indica, todos comienzan a acomodar sobre las piedras ardientes sus sartas de tamales. Hay algunas 50 personas congregadas alrededor del pozo, y cuando ya se han depositado todos los tamales se ponen costales encima y en seguida zacate húmedo, para finalizar con la tierra que cubrirá por completo todo.
Son entonces cerca de las nueve de la noche.
Cirilo pone una cruz de chiles sobre la pequeña montaña en la que ha quedado convertido el horno, para que según las creencias, si alguien pretende hacer un mal al horno durante la noche, le ardan los ojos, y al final nos pide: olvídense de los tamales, no piensen en ellos porque si no se coyotean o sea que no se cuecen bien.
Al día siguiente, la cita es a las siete y media de la mañana para recoger los tamales que han pasado la noche con las piedras.
Son las siete y media y ya han comenzado a llegar las primeras personas, la pequeña montaña ya desprende humo por todos lados y está tibia, los concurrentes aprovechan para establecer el diálogo colectivo, acerca de lo costosos que resultan los tamales ahora que los ingredientes hay que comprarlos pues aunque son sólo masa y frijoles, ya casi nadie siembra.

Por último, se comienza a destapar el hoyo, y debajo del humo van apareciendo las ensartas perfectamente formadas y cocidas y un par de calabazas “pintas” también. Las mujeres se preparan a buscar sus respectivos tamales que previamente han señalado con gran variedad de artículos amarrándole tenedores, abrelatas, candados, hasta exprimidores de aluminio con el fin de distinguirlos entre la infinidad de tamales que comparten el horno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA UN COMENTARIO