Muere la voz de los silenciados
María del Refugio Reynozo Medina
cmetzeri@hotmail.com
La madrugada del pasado 4 de octubre, en Argentina, dio su último adiós la “negra sosa” como cariñosamente le llamaban algunos. Mercedes Sosa, entregó toda una vida al canto anónimo de los pueblos, a la protesta, a la justicia.
Con una voz entrañable, era capaz de crear estilos diversos y acompañarse por variedad de sonidos; su voz misma era un mundo de sonidos, el del viento, de la lluvia, el melodioso canto de un cenzontle, el atardecer en un pequeño pueblo. Cantó esperanza para los desesperanzados y justicia para los olvidados de la historia.
Mercedes Sosa nació en San Miguel de Tucumán, una de las cantantes argentinas más reconocidas en América Latina y Europa, considerada “La voz de América latina”; aunque su música tiene sus orígenes en el folclor Argentino, incursionó en diversos géneros y con su voz recorrió el mundo.
Sus canciones son escenario para una mujer como María, que es un sol, que ríe cuando debe llorar; es su música el espacio para recordar a Alfonsina y el mar que se la llevó, para recordar también la hermandad entre los nacidos en América, para conocer a aquel negrito que duerme mientras su mamá trabaja duramente, para traer a la memoria a aquella cigarra que después de muerta siguió cantando, para pedirle a dios que el dolor no nos sea indiferente; para saber que si se calla el cantor calla la vida.
Sosa entretejió su voz con la magia de la poesía y el amor por las causas del pueblo, llevó en sus canciones a personajes inesperados, anónimos.
Gracias a la vida, que me ha dado tanto, dice Mercedes, y con ese par de luceros miró a los personajes cotidianos, a las cosas sencillas como una calle regada y barrida, un grillo, un cielo estrellado; con sus oídos escuchó las voces de las mujeres, de los niños, de los obreros, y con su voz sembró poesía hecha canción.
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