Mario Navarro Cervantes es originario de Guadalajara y danza “desde que empezó a caminar”. Vecino del barrio de la Capilla de Jesús, a sus 69 años conserva gratos recuerdos de su paso por los grupos de danza. Tuvo once hijos y todos han participado en las danzas, aunque ahora solo cuatro están activos. Danzar, dice es una tradición que se ha transmitido de generación en generación, su padre, Vicente Navarro también fue danzante, y fundó el grupo de danza Anahuac en 1946 que conserva su nombre hasta la actualidad y que dirigió hasta que murió.
Desde niño, Mario Navarro supo que el motivo de la danza era la devoción a la virgen de Zapopan, y ahora sigue siendo esa la razón principal de la existencia de “Anahuac”, danzar para la virgen. Aunque ocasionalmente, acuden a festividades patronales en alguna parroquia; han estado en la Basílica de la ciudad de México, en San Miguel de Allende, Tala, Unión de Tula, Talpa y muchos municipios más del Estado. Los danzantes no perciben un sueldo, sólo el hospedaje, alimentación, transporte y el poco dinero que se recibe es utilizado para las mismas necesidades del grupo.
Ahora la danza Anáhuac es dirigida por su hijo Abel Navarro Jiménez; está integrada por hombres y mujeres, tiene 65 integrantes y la más pequeña es una niña de tan solo cinco años de edad, mientras que la mayor de las integrantes es una mujer de 80 años. Los grupos de danza están organizados por cuarteles, y en cada cuartel se agrupan distintas danzas. En Zapopan hay dos cuarteles, en Guadalajara hay uno y en Tonalá otro.
Desde fundada, la danza Anahuac, ha asistido ininterrumpidamente a la Romería cada 12 de octubre, y tres meses previos se preparan con ensayos diarios y con el traje; corona, pechera, zendal y capa que cada 12 de octubre han de ser nuevos. Desde la madrugada del día 12, los integrantes del grupo se dan cita en la calle Manuel Acuña a su cruce con Federalismo, para partir de ahí hacia la Avenida Alcalde y buscar el lugar que les corresponde. Durante las aproximadamente tres horas que dura el recorrido, danzan sin parar al son de los cinco a siete tambores que los acompañan.
Aun así, al día siguiente están listos para festejar el día del danzante, que celebran con la asistencia a misa y la incansable danza en la explanada de la basílica de Zapopan, que reúne a cientos de danzantes de todos los cuarteles. “Si fueran todas las danzas que existen no cabrían”, dice. Pues tan sólo el cuartel de Zapopan que es al que ellos pertenecen cuenta con 80 grupos.
Don Mario platica con nostalgia como han ido cambiando las danzas. Antes, dice había muchas danzas “de conquista”, llamadas así porque combinaban la danza con la representación de pasajes históricos precisamente de la conquista; había personajes que representaban a los indígenas y a los españoles. Se representaba a Cortés, Cuauhtemoc, a la Malinche y había diálogos entre ellos.
Los libretos los escribían los mismos integrantes de la danza, que reconstruían la historia a partir de búsqueda en los libros o entrevistas con personas ancianas, que les contaban su versión de los hechos. Recuerda también como tenía que ir en la búsqueda de la planta de hueso de fraile, que crecía para el rumbo del Batán, para secar las semillas y armar las hueseras.
Para pertenecer a la danza como la que él dirige dice, sólo hace falta que tengan muchos deseos de bailar y una profunda devoción por la virgen, pues el pago de un danzante es el beneplácito de la virgen a la que ofrecen todo su cansancio.
Estar con “la generala” cada año, significa un acercamiento más profundo con ella, que se ofrece de corazón. “Las danzas nunca morirán”, dice. Porque el fervor por la virgen y las tradiciones de los pueblos son eternos.
lunes, 13 de diciembre de 2010
domingo, 4 de julio de 2010
NO TOCAR¡¡¡¡
Enrique Olmos de Ita. Dramaturgo, narrador y crítico de teatro
Teatro con fondo social
Los acontecimientos de la sociedad contemporánea han inspirado su obra. Dramaturgo, narrador y crítico de teatro, a sus 25 años ha sido ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera en la edición 2008 por su obra Job, y también obtuvo el Premio Internacional de Autor Domingo Pérez Minik en Tenerife, España, en el mismo año. Ha estudiado dos carreras: Humanidades, en el Claustro de Sor Juana, y Ciencias Religiosas en la Universidad de Regina Apostolorum en la ciudad de México, además de un master en neurociencia cognitiva en la Universidad de Barcelona.
Es originario de Llanos de Apan, una región del sur de Hidalgo. Hace cerca de cinco años que radica fuera del país, en la frontera entre España y el país vasco, motivado por una beca para artistas jóvenes de la Fundación Antonio Gala. Allá tiene su propia compañía de teatro profesional, Neurodrama: Atentados Escénicos, con la que realiza espectáculos y melodramas, además de la labor de investigación entre el teatro y las ciencias del cerebro para estudiar cómo es que funciona el cerebro del autor y del espectador.
Enrique Olmos vincula los temas contemporáneos con la dramaturgia. Las problemáticas sociales son, precisamente, el común de sus obras, y las que inspiran los textos mientras se rodea de libros y de su Playstation durante las madrugadas en las que suele escribir.
Entre sus obras más destacadas se cuentan La voz oval, obra para adolescentes; No tocar, que trata de abuso sexual infantil; Inmolación, con el tema del suicidio juvenil; Badana, que es un monologo sobre la fe, y la obra de Job, que trata el tema del secuestro y que actualmente se está montando en la ciudad de México. Esta última es la obra que más quiere. Es vieja, pero premiada recientemente, al igual que la mayoría de sus obras, que en su totalidad han sido representadas.
En Guadalajara, todos los sábados y domingos de julio (a las 18:00 y 13:00 horas, respectivamente) en el Teatro Guadalajara del IMSS, se presenta No tocar, su obra que ha sido más representada, finalista del Premio Nacional de Dramaturgia 2006 y que se ha estrenado en aproximadamente diez ciudades.
Para este joven escritor, el tema del abuso sexual es emergente, pues en nuestro país, las cifras son alarmantes, y aunque en los países europeos se considera como uno de los delitos más graves, en el nuestro, es considerado como un delito menor. “Para mí, cualquier delito de índole sexual es un delito gravísimo. La ciencia cognitiva ha demostrado que las heridas emocionales que se provocan a una persona menor de edad por un abuso sexual, aun sea un tocamiento, requieren de atención especializada que no siempre las instituciones pueden brindar”. Lo deseable, dice, “es que las instituciones culturales en Guadalajara apuesten más por estos proyectos que tienen una voluntad social, un aparato crítico porque al mismo tiempo se traduce en a mejorar la salud pública en los tapatíos”.
Es urgente crear un entorno lo suficientemente claro en términos de ética para que el niño pueda expresarse libremente si ha sufrido un abuso , que sean respetadas sus emociones para que no sean juzgadas y al contrario reciba la atención especializada, concluye.
Con información de María del Refugio Reynozo Medina.
Guadalajara /Público
martes, 29 de junio de 2010
TRAVESÍAS EN MÁS DE SIETE MARES.
Publicado en publico milenio 15 junio 2010
Sentado en una silla, rodeado de viejas fotografías de barcos y un enorme timón, don Enrique espera paciente nuestra visita; mientras sus ojos claros miran con ansia de contar, contar las historias que ha vivido un viejo marinero de cien años.
Gustavo Enrique Rolón Dueñas nació en Colima el 25 de mayo de 1910, “no sé por qué estoy vivo, nunca pensé yo durar esto, aunque no muy vivo, medio tarugo” dice con una sonrisa burlona. “Pero aquí estoy dando guerra todavía; eso de vivir cien años es feo, pero ni modo no me voy a suicidar” expresa con humor.
Desde niño creció mirando el mar, vivía en Manzanillo y lo enviaban a la escuela a Colima. Fue entonces cuando contrajo el paludismo que le hizo perder tres años de clases, y perder también el conocimiento por quince días. “tenía una dieta bárbara” recuerda. Una taza de atole blanco en la mañana, otra taza de atole a medio día, y otra en la noche. Pasaba tanta hambre que se quería comer hasta a los gatos. Recuerda con precisión incluso el nombre de un medicamento que le inyectaban, emetina.
Aunque le quedaron secuelas, una vez que se recupero concluyó sus estudios de primaria y cuando tenía la edad de 14 años, en contra de la voluntad de su madre y tras muchos lloriqueos se embarcó en el “Washington”, un barco de 200 toneladas que lo llevaría a recorrer muchos puertos. Empezó como aprendiz, dirigiendo el barco por Manzanillo, Acapulco, Puerto Vallarta, San Blas, Mazatlán, La Paz, Santa Rosalía, Guaymas y San José del Cabo, en ese primer barco estuvo cinco años.
En ese ambiente hizo amigos, recuerda que algún día sacaron una vitrola e hicieron música y se pusieron a bailar, sonriente platica como los rodearon muchas muchachas en la bahía de Guaymas. También navegó en el barco “Bolívar”, el “Jalisco” y el “Coahuila”. Luego de un tiempo regresó a Guadalajara con su madre que tenía una casa de asistencia, pero recuerda que era difícil, “Guadalajara era una tirana, no había trabajo”. Y regresó entonces a Cuyutlán y luego a Manzanillo, en donde volvió a la vida de marinero en el barco “Moctezuma”, estuvo en una oficina donde le pagaban dos pesos diarios, por despachar a los barcos. En seguida, con una carta de recomendación de un Capitán, se fue a Tijuana y luego a San Diego. Ahí le dieron trabajo por dos años en “el sauzal”, un barco pequeño en el que recorrió lugares más lejanos.
Viajó a las islas de Oceanía, recorrió los Ángeles, San Francisco, Canadá. Así pasaba la vida, días en mar, días en puerto, en el buque “Sonora”. Ya antes había estado muy cerca de Rusia y había ido a Japón y Tokio. Navegó por las Islas Fiji, Nueva Zelanda, Hawaii, todas las islas del sur, el Caribe, el Golfo de México, Montevideo, Rio de Janeiro y el Río de la Plata.
Cuando estaba en tierra se divertía junto con sus compañeros, “ya marinero viejo, se mete uno donde no debe, y luego al fin marinos, bola de borrachos y vaquetones, sinvergüenza que es uno”, en esa época se escuchaba Agustín Lara, le gustaban los danzones y era feliz bailando. “Ahora andan como locos, se avientan y se las pasan entre las piernas, que feo”
Don Enrique, llegó a ser Gerente de Servicios Marítimos, una compañía naviera que fundó en Manzanillo, después de toda una vida a bordo de los barcos.
De aprendiz de timonel a Gerente de servicios marítimos, este marinero tiene en sus recuerdos incontables viajes que lo llevaron a conocer el mundo. Le gusta leer los periódicos aunque las noticias lo hacen enojar. “Hay 500 diputados, 500 sinvergüenzas, todos sin excepción; México necesita un dictador pero que sea bueno, necesitamos un Porfirio Díaz para que se arreglen”. Continúa, señalando el periódico, “Ahora esa alianzas, ahí viene en el periódico las alianzas, si para eso son los partidos para dar cada quien sus ideas, es una porquería, da tristeza ver que México sea tan sinvergüenza”. Concluye con indignación, el marinero que después de tantas travesías ahora pasa sus días entre la lectura de los diarios y el recuerdo de los dos grandes amores de su vida, su “chata” Bertha Dueñas y el inmenso mar.
Sentado en una silla, rodeado de viejas fotografías de barcos y un enorme timón, don Enrique espera paciente nuestra visita; mientras sus ojos claros miran con ansia de contar, contar las historias que ha vivido un viejo marinero de cien años.
Gustavo Enrique Rolón Dueñas nació en Colima el 25 de mayo de 1910, “no sé por qué estoy vivo, nunca pensé yo durar esto, aunque no muy vivo, medio tarugo” dice con una sonrisa burlona. “Pero aquí estoy dando guerra todavía; eso de vivir cien años es feo, pero ni modo no me voy a suicidar” expresa con humor.
Desde niño creció mirando el mar, vivía en Manzanillo y lo enviaban a la escuela a Colima. Fue entonces cuando contrajo el paludismo que le hizo perder tres años de clases, y perder también el conocimiento por quince días. “tenía una dieta bárbara” recuerda. Una taza de atole blanco en la mañana, otra taza de atole a medio día, y otra en la noche. Pasaba tanta hambre que se quería comer hasta a los gatos. Recuerda con precisión incluso el nombre de un medicamento que le inyectaban, emetina.
Aunque le quedaron secuelas, una vez que se recupero concluyó sus estudios de primaria y cuando tenía la edad de 14 años, en contra de la voluntad de su madre y tras muchos lloriqueos se embarcó en el “Washington”, un barco de 200 toneladas que lo llevaría a recorrer muchos puertos. Empezó como aprendiz, dirigiendo el barco por Manzanillo, Acapulco, Puerto Vallarta, San Blas, Mazatlán, La Paz, Santa Rosalía, Guaymas y San José del Cabo, en ese primer barco estuvo cinco años.
En ese ambiente hizo amigos, recuerda que algún día sacaron una vitrola e hicieron música y se pusieron a bailar, sonriente platica como los rodearon muchas muchachas en la bahía de Guaymas. También navegó en el barco “Bolívar”, el “Jalisco” y el “Coahuila”. Luego de un tiempo regresó a Guadalajara con su madre que tenía una casa de asistencia, pero recuerda que era difícil, “Guadalajara era una tirana, no había trabajo”. Y regresó entonces a Cuyutlán y luego a Manzanillo, en donde volvió a la vida de marinero en el barco “Moctezuma”, estuvo en una oficina donde le pagaban dos pesos diarios, por despachar a los barcos. En seguida, con una carta de recomendación de un Capitán, se fue a Tijuana y luego a San Diego. Ahí le dieron trabajo por dos años en “el sauzal”, un barco pequeño en el que recorrió lugares más lejanos.
Viajó a las islas de Oceanía, recorrió los Ángeles, San Francisco, Canadá. Así pasaba la vida, días en mar, días en puerto, en el buque “Sonora”. Ya antes había estado muy cerca de Rusia y había ido a Japón y Tokio. Navegó por las Islas Fiji, Nueva Zelanda, Hawaii, todas las islas del sur, el Caribe, el Golfo de México, Montevideo, Rio de Janeiro y el Río de la Plata.
Cuando estaba en tierra se divertía junto con sus compañeros, “ya marinero viejo, se mete uno donde no debe, y luego al fin marinos, bola de borrachos y vaquetones, sinvergüenza que es uno”, en esa época se escuchaba Agustín Lara, le gustaban los danzones y era feliz bailando. “Ahora andan como locos, se avientan y se las pasan entre las piernas, que feo”
Don Enrique, llegó a ser Gerente de Servicios Marítimos, una compañía naviera que fundó en Manzanillo, después de toda una vida a bordo de los barcos.
De aprendiz de timonel a Gerente de servicios marítimos, este marinero tiene en sus recuerdos incontables viajes que lo llevaron a conocer el mundo. Le gusta leer los periódicos aunque las noticias lo hacen enojar. “Hay 500 diputados, 500 sinvergüenzas, todos sin excepción; México necesita un dictador pero que sea bueno, necesitamos un Porfirio Díaz para que se arreglen”. Continúa, señalando el periódico, “Ahora esa alianzas, ahí viene en el periódico las alianzas, si para eso son los partidos para dar cada quien sus ideas, es una porquería, da tristeza ver que México sea tan sinvergüenza”. Concluye con indignación, el marinero que después de tantas travesías ahora pasa sus días entre la lectura de los diarios y el recuerdo de los dos grandes amores de su vida, su “chata” Bertha Dueñas y el inmenso mar.
lunes, 7 de junio de 2010
UN CABALLERO DE LOS ANTES. Publicado en público milenio mayo 2010
Por la Avenida Guadalupe en la Colonia Chapalita, entre actuales locales y modernos restaurantes, aparece en el paisaje urbano entre líneas azules y rojas la peluquería “El caballero”, un pequeño local que recibe exclusivamente a clientes del género masculino, que buscan el beneficio de un buen corte. Enrique Valdivia Martínez, de origen zacatecano es peluquero desde 1958, tiene 60 años, y desde joven decidió dedicarse a la peluquería; “empieza uno prácticamente, barriendo, trapeando, limpiando los espejos, sacudiendo a los clientes, de “chícharo” que les dicen, así se les llamaba antes”, afirma con el semblante lleno de recuerdos. Él aprendió viendo a los peluqueros, pues para ese oficio no hay academias como las de los estilistas; ese oficio, dice es lírico.
Enrique, comenzó en Santa Teresita, por la calle de Ramos Millán y Juan Alvarez, recorrió después otros barrios de la ciudad en la calle Argentina entre Alemania y Washington. También por la calle Gante, entre 5 de mayo y Analco, y ahora en la colonia Chapalita donde se instaló desde hace 22 años.
Desde “chícharo” hasta ser el maestro que es hoy, este experimentado peluquero ha visto pasar muchas modas, todas dice traídas del extranjero principalmente de Estados Unidos, e inspiradas en personajes del espectáculo, como “el maromero paez”, o Tin Tan que impuso la moda de los “pachucos”. El corte a la Boston, que era pelón de media cabeza hacia abajo, o el flat up, que era un corte también casi pelón.
Por sus peluquerías han pasado diversos personajes como luchadores, jugadores de fut bol y cantantes como Manolo Muñoz. En aquellos tiempos las categorías de las peluquerías, eran determinadas por el barrio en donde se encontraban, aunque dice, la mayoría de los clientes que ha tenido son profesionistas, empresarios o personas del espectáculo. Respecto al oficio dice, tiende a desaparecer pues los “chícharos” que son los aprendices han desaparecido, ya nadie quiere enseñarse, prefieren lavar carros o hacer algo que implique menor responsabilidad.
Entre los objetos que se encuentran en la peluquería como Máquinas, tijeras, navajas, peines, aumentos para las máquinas, espejos; resaltan los tres sillones de peluquero marca Colombia que han acompañado a don Enrique en su transitar por tantas colonias de la ciudad. Pues dice entre risas, “uno se muere y estos se quedan”. Un sillón puede durar hasta cien años con un buen mantenimiento pues no tienen un mecanismo complicado que se pueda descomponer, no tienen motores ni cosas eléctricas, son giratorias, no van pegadas al suelo, y se pueden mover, pero sólo mover, porque uno solo pesa unos cincuenta kilos. Estos sillones han desaparecido del mercado, y los que quedan son los que aún se conservan en las viejas peluquerías que resisten el paso del tiempo.
La peluquería “El caballero” abre sus puertas desde las once de la mañana hasta las siete de la noche de lunes a sábado, en donde se llega a atender hasta 15 clientes al día y hacen cortes tanto antiguos como modernos, aunque dice, los cortes actuales nunca serán tan elegantes como los que se hacen en las peluquerías.
Así, entre lecturas de periódico, notas de música clásica y los sonidos de las máquinas, los clientes del señor Valdivia esperan su turno mientras mantienen viva una de las pocas peluquerías de antaño.
Enrique, comenzó en Santa Teresita, por la calle de Ramos Millán y Juan Alvarez, recorrió después otros barrios de la ciudad en la calle Argentina entre Alemania y Washington. También por la calle Gante, entre 5 de mayo y Analco, y ahora en la colonia Chapalita donde se instaló desde hace 22 años.
Desde “chícharo” hasta ser el maestro que es hoy, este experimentado peluquero ha visto pasar muchas modas, todas dice traídas del extranjero principalmente de Estados Unidos, e inspiradas en personajes del espectáculo, como “el maromero paez”, o Tin Tan que impuso la moda de los “pachucos”. El corte a la Boston, que era pelón de media cabeza hacia abajo, o el flat up, que era un corte también casi pelón.
Por sus peluquerías han pasado diversos personajes como luchadores, jugadores de fut bol y cantantes como Manolo Muñoz. En aquellos tiempos las categorías de las peluquerías, eran determinadas por el barrio en donde se encontraban, aunque dice, la mayoría de los clientes que ha tenido son profesionistas, empresarios o personas del espectáculo. Respecto al oficio dice, tiende a desaparecer pues los “chícharos” que son los aprendices han desaparecido, ya nadie quiere enseñarse, prefieren lavar carros o hacer algo que implique menor responsabilidad.
Entre los objetos que se encuentran en la peluquería como Máquinas, tijeras, navajas, peines, aumentos para las máquinas, espejos; resaltan los tres sillones de peluquero marca Colombia que han acompañado a don Enrique en su transitar por tantas colonias de la ciudad. Pues dice entre risas, “uno se muere y estos se quedan”. Un sillón puede durar hasta cien años con un buen mantenimiento pues no tienen un mecanismo complicado que se pueda descomponer, no tienen motores ni cosas eléctricas, son giratorias, no van pegadas al suelo, y se pueden mover, pero sólo mover, porque uno solo pesa unos cincuenta kilos. Estos sillones han desaparecido del mercado, y los que quedan son los que aún se conservan en las viejas peluquerías que resisten el paso del tiempo.
La peluquería “El caballero” abre sus puertas desde las once de la mañana hasta las siete de la noche de lunes a sábado, en donde se llega a atender hasta 15 clientes al día y hacen cortes tanto antiguos como modernos, aunque dice, los cortes actuales nunca serán tan elegantes como los que se hacen en las peluquerías.
Así, entre lecturas de periódico, notas de música clásica y los sonidos de las máquinas, los clientes del señor Valdivia esperan su turno mientras mantienen viva una de las pocas peluquerías de antaño.
martes, 20 de abril de 2010
Los "endemoniados" libros de texto
Los “endemoniados” libros de texto
María del Refugio Reynozo Medina
cmetzeri@hotmail.com
Aún no salgo de mi asombro, después de leer el pasado viernes la sarta de barbaridades que declaró el obispo de San Cristóbal de las casas, Felipe Arizmendi, durante la 89 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano al declarar que “ante tanta invasión de erotismo no es fácil mantenerse fiel tanto en el celibato como en el respeto a los niños”
Semejante declaración atenta en contra del sector más vulnerable de la sociedad, pero también el más valioso, los niños. Asegurar que el ambiente por si sólo es uno de los factores responsables de todos los abusos a menores, es disculpar a los pederastas y pedófilos por uno de los delitos más aberrantes. Es culpar a la era de la información y la comunicación de semejantes atrocidades como el abuso sexual a un niño.
Que hay entonces de la modalidad de educación a distancia, de los espacios virtuales de aprendizaje?, ahora resulta que quienes se atreven a abusar de un niño, lo hacen por culpa y por la grande culpa del internet, y lo que es peor, por culpa de la Secretaría de Educación Pública y sus “endemoniados” libros de texto pues a decir de este obispo, en los libros de texto aparece sólo información genital y no moral. Apoco la moral se aprende en un libro.
Para este representante de la iglesia católica, los libros de texto proporcionados por la SEP favorecen el libertinaje sexual. Ahora resulta que la causa de estos abusos cometidos en contra de inocentes son causados por los contenidos de los libros de las escuelas primarias. Por demás graves las acusaciones, en contra de algo tan valioso como los libros de texto de este país, los libros, cumplen además una valiosa función en la tarea que tiene la escuela pública, en la responsabilidad de educar. Y en ese sentido la tarea de los educadores es clara, proporcionar a los alumnos herramientas para enfrentarse a este mundo cambiante.
Ni los libros de texto, ni la Secretaría de Educación pueden asumir la responsabilidad de tantos crímenes cometidos en contra de niñas y niños, muchos aún en la impunidad.
María del Refugio Reynozo Medina
cmetzeri@hotmail.com
Aún no salgo de mi asombro, después de leer el pasado viernes la sarta de barbaridades que declaró el obispo de San Cristóbal de las casas, Felipe Arizmendi, durante la 89 Asamblea de la Conferencia del Episcopado Mexicano al declarar que “ante tanta invasión de erotismo no es fácil mantenerse fiel tanto en el celibato como en el respeto a los niños”
Semejante declaración atenta en contra del sector más vulnerable de la sociedad, pero también el más valioso, los niños. Asegurar que el ambiente por si sólo es uno de los factores responsables de todos los abusos a menores, es disculpar a los pederastas y pedófilos por uno de los delitos más aberrantes. Es culpar a la era de la información y la comunicación de semejantes atrocidades como el abuso sexual a un niño.
Que hay entonces de la modalidad de educación a distancia, de los espacios virtuales de aprendizaje?, ahora resulta que quienes se atreven a abusar de un niño, lo hacen por culpa y por la grande culpa del internet, y lo que es peor, por culpa de la Secretaría de Educación Pública y sus “endemoniados” libros de texto pues a decir de este obispo, en los libros de texto aparece sólo información genital y no moral. Apoco la moral se aprende en un libro.
Para este representante de la iglesia católica, los libros de texto proporcionados por la SEP favorecen el libertinaje sexual. Ahora resulta que la causa de estos abusos cometidos en contra de inocentes son causados por los contenidos de los libros de las escuelas primarias. Por demás graves las acusaciones, en contra de algo tan valioso como los libros de texto de este país, los libros, cumplen además una valiosa función en la tarea que tiene la escuela pública, en la responsabilidad de educar. Y en ese sentido la tarea de los educadores es clara, proporcionar a los alumnos herramientas para enfrentarse a este mundo cambiante.
Ni los libros de texto, ni la Secretaría de Educación pueden asumir la responsabilidad de tantos crímenes cometidos en contra de niñas y niños, muchos aún en la impunidad.
domingo, 7 de febrero de 2010
COSTUMBRE ANCESTRAL
María del Refugio Reynozo Medina
cmetzeri@hotmail.com
(Publicado en diario “el charal, 6 de febrero de 2010. Ajijic Jalisco)
Cirilo Velasco, es uno de los pocos habitantes de San Cristóbal Zapotitlán en el municipio de Jocotepec Jalisco que conservan la fiel costumbre de “hacer hornada” o de hacer hornos subterráneos para los tamales; no se sabe con precisión desde cuando, los pobladores de este lugar mantienen esta tradición. Lo cierto es que es una manifestación característica de esta población con claros orígenes indígenas.
Los tamales de piedra, son llamados así porque son cocidos al calor de las piedras en lo profundo de la tierra durante toda una noche. Están hechos únicamente de maíz con algunos frijoles enteros.
Desde uno o dos días antes del 24 de diciembre se ha de cavar el pozo que será el horno para los tamales, Cirilo expresa que desde que era niño recuerda como los adultos realizaban todos los trabajos necesarios para los tamales, que dice sólo se han de hacer en tiempo de frío.
Para iniciar, hay que escarbar por unas dos horas hasta conseguir una profundidad de un metro por uno y medio de diámetro aproximadamente. Hay que prepararse con demasiada leña, una troca completa si es posible, y piedras chinas que resistan la temperatura de las llamas sin estrellarse.
Ya desde las cuatro de la tarde aproximadamente, comienza a quemarse la leña hasta que se convierte en brazas ardientes para luego aventar las piedras hasta cubrir todo el pozo. La piedra es para guardar el fuego, dice nuestro anfitrión, mientras pasa un aviso por el altavoz que dice que los tamales se pondrán a las 8.
Desde antes de las 8 comienzan a llegar las personas en su mayoría mujeres, con costales, tinas y baldes llenos de tamales.
Los tamales están perfectamente tejidos formando ensartas hasta de unos tres metros. Se acerca la hora y cuando el dueño lo indica, todos comienzan a acomodar sobre las piedras ardientes sus sartas de tamales. Hay algunas 50 personas congregadas alrededor del pozo, y cuando ya se han depositado todos los tamales se ponen costales encima y en seguida zacate húmedo, para finalizar con la tierra que cubrirá por completo todo.
Son entonces cerca de las nueve de la noche.
Cirilo pone una cruz de chiles sobre la pequeña montaña en la que ha quedado convertido el horno, para que según las creencias, si alguien pretende hacer un mal al horno durante la noche, le ardan los ojos, y al final nos pide: olvídense de los tamales, no piensen en ellos porque si no se coyotean o sea que no se cuecen bien.
Al día siguiente, la cita es a las siete y media de la mañana para recoger los tamales que han pasado la noche con las piedras.
Son las siete y media y ya han comenzado a llegar las primeras personas, la pequeña montaña ya desprende humo por todos lados y está tibia, los concurrentes aprovechan para establecer el diálogo colectivo, acerca de lo costosos que resultan los tamales ahora que los ingredientes hay que comprarlos pues aunque son sólo masa y frijoles, ya casi nadie siembra.
Por último, se comienza a destapar el hoyo, y debajo del humo van apareciendo las ensartas perfectamente formadas y cocidas y un par de calabazas “pintas” también. Las mujeres se preparan a buscar sus respectivos tamales que previamente han señalado con gran variedad de artículos amarrándole tenedores, abrelatas, candados, hasta exprimidores de aluminio con el fin de distinguirlos entre la infinidad de tamales que comparten el horno.
miércoles, 27 de enero de 2010
SOBRE LA EDUCACIÓN PÚBLICA Y LA LAICIDAD
En el capítulo XIX, de El Estado laico y sus malquerientes, Carlos Monsivais brinda un panorama general a cerca del carácter laico de la educación pública y de las amenazas a dicha laicidad. Aparecen testimonios importantes debidamente documentados que evidencian la intolerancia de ciertos sectores de la sociedad hacia la educación que proporciona el Estado.
La educación pública, en su carácter de laica es un instrumento de movilidad social; el laicismo permite acercarse a cada detalle, de manera más libre posible y en esta nación de globalidad, diversa y multireligiosa, la escuela no puede ser otra cosa que laica.
Si bien es cierto, la escuela pública es presa de constantes ataques respecto a su capacidad formativa, al desempeño de sus profesores, a la calidad "moral" de sus asistentes. Estos asistentes, niños y niñas, representan al menos el 90 por ciento del alumnado. De los que sólo una pequeña parte logrará tal vez integrarse a la clase gobernante. Que decir de los 2 millones de mexicanos que según informe de la UNESCO (2010) se encuentran en "indigencia educativa", población que a pesar de tener la edad, nunca han asistido a la escuela.
La escuela Pública es vigilada constantemente y los libros de texto por ejemplo, son observados inquisitoriamente por representantes de otros sectores de la sociedad en su calidad de "entes morales". Aunque estos tengan ya sus propios espacios y "zona libre" a través de las escuelas privadas que abiertamente profesan y difunden sus preferencias religiosas.
Las instituciones públicas han de ser laicas, no es posible continuar con la pasarela de funcionarios y representantes del poder público que se exhiben en actos y manifestaciones religiosas.
La escuela, insisto en su carácter de pública ha de ser laica.
Me pregunto: "Qué son las "buenas" costumbres?
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